MERCADO DE ESPEJISMOS de FELIPE BENÍTEZ REYES


Esta obra, del roteño Benítez Reyes, fue galardonada con el último Premio Nadal (vitola de calidad) y es una verdadera obra maestra digna de leer. Recordando aquellas novelas del XVI, donde con las más simples estructuras se nos narraba lo más oscuro, el autor consigue un ambiente propio que engancha al lector.


En el intento de parodiar un poco las novelas de misterio histórico que intentan apostolar sobre los más diversos hechos, se nos cuenta la historia de unos investigadores (por así decirles) que deben robar la reliquia de los tres Reyes Magos en la Catedral de Colonia.

El modus operandi de los protagonistas es de lo más diverso y es ahí donde el escritor demuestra por qué es uno de los más importantes del panorama literario nacional. Cada personaje está forjado línea a línea y se llega a cogerles cariño. Demuestra un poco la otra cara de esos personajes a los que otros autores ponen en la disyuntiva de descubrir misterios imposibles.

Comentó su autor sobre la obra:

Mercado de espejismos es también, ha añadido el autor, un “diagnóstico de la fragilidad de nuestro pensamiento, de las trampas de la imaginación y de la necesidad de inventarnos la vida para que ésta adquiera realidad”. En opinión de Benítez Reyes, “en la literatura es habitual establecer una distinción genérica que es artificial y artificiosa” y argumenta en favor de su origen poético que “una condición para escribir novelas es escribir poesía, pues la poesía tiende a la precisión, a procurar que las palabras hagan un doble esfuerzo y al final actúa en beneficio de la novela”.

FEBRERO 2010

PENDIENTE DE COMPLETAR

LA CINTA ROJA de CARMEN POSADAS (ENERO 2010)



En esto de hacer reseñas, me he encontrado con tres situaciones distintas: la de los libros que no me han gustado o me han decepcionado, es incómoda pues hay que decir educadamente lo negativo y buscar lo que se pueda salvar. La de los libros que me gustan, ésas son fáciles, claro. Por último, la de los que me gustan y mucho, pero no sé cómo hincarles el diente. Así me he visto en dos ocasiones, una, por falta de formación propia que se solucionó con el ofrecimiento a reseñarla de alguien más preparado y apropiado para hacerlo (ejem, ejem); otra, en ésta ocasión, por distintas razones. Así que allá va.

La novela se narra en primera persona, en los años comprendidos entre los albores de la Revolución francesa y la subida de Napoleón al trono como primer hombre de Francia. La ambientación es excelente, llena de poesía en el lenguaje y buen gusto en el detalle, lo que crea unos escenarios de una plasticidad casi real. El vestuario, descrito con soberbia elegancia de quien entiende que es importante la primera impresión y está acostumbrada a apreciar cada complemento en un solo vistazo; las casas, recreadas con las sensaciones que transmiten al entrar en ellas, desde las lujosas mansiones llenas de ornamentos de época a las cárceles, donde uno no puede evitar oler la suciedad y un gesto de asco ante la inmundicia.
El entramado histórico es interesante, riguroso con los datos y a la vez con esa desmitificación que da el vivir en primera persona los hechos que a lo largo de los años se magnificarían o se despreciarían.

Hasta aquí, es fácil. Ahora viene lo complicado. Los personajes, correctamente construidos y desarrollados, tienen esa objetividad del paso del tiempo y arrastran el juicio de la Historia en ellos, pero es que ninguno importa, sólo son comparsas necesarios para explicar distintos hechos, igual que los decorados o los atuendos. Porque lo importante del libro, a pesar del reclamo histórico y del paralelismo con la Pimpinela, es su protagonista.

Es Teresa Cabarrús un personaje lleno de claroscuros según reza y resume la contraportada. Y es así en cuanto a las vicisitudes que tuvo que pasar por aquellos turbulentos años. Se vio en todas las situaciones posibles: aristócrata, amante de los poderosos, revolucionaria, espía, condenada a morir en la guillotina, salvadora de infelices… todos estos adjetivos son los que aparecen en sus biografías pero de nuevo no dejan de ser más que parte del escenario, escenario, repito, bien edificado.

Pero es la Teresa Cabarrús que crea la autora, la que me ha fascinado. Y he aquí la verdadera dificultad de hacer esta reseña, porque en ese sentido, no es un libro de historia. Es un verdadero tratado sobre la supervivencia de la mujer en la historia que escriben los hombres, con las únicas armas que dispone: su belleza y su inteligencia.

Teresa es una figura controvertida y a la vez simple, sus acciones pueden juzgarse frívolas o comprometidas, interesadas o generosas, intrigantes o inocentes, apasionadas o manipuladoras, depende del cristal con qué se miren. Por encima de todas ellas, sin justificarlas ni avalarlas con una moral hecha a la época, con honestidad y sinceridad, se sitúa este peón de segunda fila histórica, como tantos habrá habido, testigo privilegiado de acontecimientos tan importantes, que supo capear y salir bien parada de ellos, sin renunciar a una vida intensa. Y, siento parecer sexista, pero los pensamientos íntimos de una mujer sólo los puede comprender otra. La importancia de un adorno en el pelo, una mirada estudiada para causar un efecto determinado, la clasificación de un individuo con un vistazo, el olfato de cómo cambian los vientos políticos y los afectos populares… todo esto rezuma página tras página ese sexto sentido femenino que ella supo aprovechar y la escritora apreciar. Por encima de prejuicios y estereotipos, con autenticidad y solidez.

Mención aparte merece el capítulo amoroso. En ella se dieron todos los casos posibles en las relaciones sentimentales: el primer amor, breve e idealizado; el interesado aunque tierno y casi maternal; el profundo y no correspondido; el conveniente y tranquilo: el ocasional y desenfadado; el fiel y duradero… y lo sorprendente, de todos aprendió y salió airosa llevándose lo mejor de ellos y dejando lo que le pedía el alma en cada momento.

En resumen, los amantes de la Historia, encontrarán algunas curiosidades más que añadir como anécdotas a ese saber. Los lectores que busquen entretenimiento lo tendrán, pues la acción no desmerece, con algunos pasajes mejor conseguidos que otros. Aquellos que no esperen nada, se dejarán cautivar por ese carácter que, especialista en hacerlo en su época, parece alargar su poder seductor hasta nuestros días.